lunes, 17 de septiembre de 2007

La Cita



Una vez un hombre muy afortunado había conseguido la mejor entrevista de su vida: Iba a entrevistar ni más ni menos que a Dios.

Esa tarde el hombre llegó a su casa dos horas antes, se arregló con sus mejores ropas, lavó su automóvil e inmediatamente salió de su hogar. Condujo por la avenida principal rumbo a su cita, pero en el trayecto cayó una lluvia que produjo un embotellamiento de tránsito y quedó parado.

El tiempo transcurría, eran las 7:30 y la cita era a las 8:00 p.m. Repentinamente le tocaron el cristal de la ventanilla y al voltear vio a un chiquillo de unos nueve años ofreciéndole su cajita llena de chicles goma de mascar. El hombre sacó algún dinero de su bolsillo y cuando lo iba a entregar al niño ya no lo encontró. Miró hacia el suelo y ahí estaba, en medio de un ataque de epilepsia.

El hombre abrió la portezuela e introdujo al niño como pudo al automóvil. Inmediatamente buscó cómo salir del embotellamiento y lo logró, dirigiéndose al hospital más cercano. Ahí entregó al niño, y después de pedir que lo atendiesen de la mejor forma posible, se disculpó con el doctor y salió corriendo para tratar de llegar a su cita con Dios.

Sin embargo, el hombre llegó 10 minutos tarde y Dios ya no estaba. El hombre se ofendió y le reclamó al cielo:

- Dios mío, pero tu te diste cuenta, no llegué a tiempo por el niño, no me pudiste esperar... ¿Qué significan 10 minutos para un ser eterno como Tú?

Desconsolado se quedó sentado en su automóvil; de pronto lo deslumbró una luz y vio en ella la carita del niño a quien auxilió. Vestía el mismo abrigo deshilachado, pero ahora tenía el rostro iluminado de bondad.

El hombre, entonces, escuchó en su interior una voz que le decía:

--- Hijo mío, no te pude esperar y salí a tu encuentro.


..."En cuanto lo hicisteis a uno de mis hermanos más pequeños... a mí lo hicisteis..."

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