lunes, 22 de octubre de 2007

La templanza

Una hija se quejaba con su padre acerca de su vida y como las cosas le resultaban tan difíciles. no sabia como hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida.

Estaba cansada de luchar. parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro, y otro...

Su padre, un chef de cocina, pensó un momento y le dijo a su hija que lo siguiera, y la llevo a su lugar de trabajo. allí lleno tres ollas con agua y las coloco sobre el fuego fuerte, pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo.

En una coloco zanahorias, en otra coloco huevos y en la ultima coloco granos de café. las dejo hervir sin decir palabra.
La hija sorprendida pero sin entender muy bien la actitud de su padre, después de contarle su problema, espero impacientemente, preguntándose que estaría haciendo su padre. A los veinte minutos el padre apago el fuego. saco las zanahorias y las coloco en un tazón. saco los huevos y los coloco en otro plato. finalmente, coló el café y lo puso en un tercer recipiente. mirando a su hija le dijo:
" Querida, que ves? "

Ella respondió: " zanahoria, huevos y café ".

La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. ella lo hizo y noto que estaban blandas.

Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. luego de sacarle la cáscara, observo que el huevo estaba duro.

Finalmente le pidió que probara el café y ella sonrió mientras disfrutaba su rico aroma.

humildemente la hija pregunto: "¿ que significa esto, padre? "

El le explico que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo, pero habían reaccionado en forma diferente.....

La zanahoria llego al agua fuerte y dura, pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, fácil de deshacer.

El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior liquido, pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido.

Los granos de café sin embargo eran únicos. después de estar en agua hirviendo, habían cambiado el agua.

¿Cual eres tu? , le pregunto a su hija. cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿como respondes?

¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza?.

¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable, posees un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación o un despido te has vuelto duro y rígido?
Por fuera te ves igual pero eres por dentro eres áspero, con un espíritu y un corazón endurecido.

¿Eres como un grano de café? , el café cambia el agua hirviendo, el elemento que le causa dolor. cuando el agua llega al punto de ebullición, el café alcanza su mejor sabor. si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor, tu reaccionas mejor y haces que las cosas a tu alrededor mejoren.


¿Por qué fue llevado Cristo, en el comienzo de su ministerio, para ser tentado en el desierto?

Fue el Espíritu el que lo llevó. Por lo tanto, fue no porque lo necesitara personalmente, sino en nuestro favor, para vencer por nosotros... Iba a ser probado como representante de la raza humana. Fue al desierto y allí se encontró con él Satanás y lo tentó en cada punto en que pueda ser tentado el hombre.

Nuestro Sustituto y Seguridad pasó por el terreno en el que tropezó y cayó Adán. Hizo frente a los ataques de Satanás, vez tras vez, con un " Escrito está " y Satanás dejó el campo de batalla como un enemigo vencido.
Cristo ha redimido la desgraciada caída de Adán, ha perfeccionado un carácter de perfecta obediencia y ha dejado un ejemplo para la familia humana... Si hubiera fracasado en un punto con referencia a la ley de Dios, no hubiera sido una ofrenda perfecta, pues fue en un solo punto en el que fracasó Adán...

El que contempla a Cristo, comprendiendo lo que El es para nosotros y lo que somos nosotros para El, será diligente. Vivirá el plan de adición, añadiendo a su fe virtud, y a la virtud conocimiento, y al conocimiento templanza, y a la templanza paciencia, y a la paciencia piedad, y a la piedad afecto fraternal, y al afecto fraternal caridad.
Este es un proceso de crecimiento. El que coopera con Cristo no se encontrará mañana donde se halla hoy. Cada día continuará conociendo al Señor, para poder saber que su salida está preparada como la mañana.

El pueblo de Dios ha de aprender la templanza en todas las cosas. . . . Ha de eliminar de sus vidas toda complacencia propia.
Debiéramos practicar la templanza en nuestro trabajo. No es nuestro deber sobrecargarnos. A veces, quizá algunos se vean en la necesidad de estarlo, pero ésta debiera ser la excepción y no la regla. Hemos de practicar la templanza en todas las cosas. Si honramos al Señor haciendo nuestra parte, él a su vez preservará nuestra salud.
Antes de que pueda entender realmente el significado de la verdadera santificación y de la conformidad con la voluntad de Cristo, cooperando con Dios debe obtener el dominio sobre erróneos hábitos y malas prácticas

Pero, no obstante toda templanza ­ todos nuestros esfuerzos para sujetarnos a un equilibio cuidadoso a fin de hallarse en la mejor condición ­ En la carrera celestial, todos podemos correr, y recibir el premio. No hay incertidumbre ni riesgo en el asunto.
Él fue Varón de dolores, experimentado en quebranto. Debemos tener constantemente presente la vida de humildad y abnegación de nuestro divino Señor. Y a medida que procuramos imitarlo, manteniendo los ojos fijos en el premio, podemos correr esa carrera con certidumbre, sabiendo que si hacemos lo mejor que podamos, lo alcanzaremos con seguridad.

Las tentaciones vendrán sobre nosotros... Seremos sometidos a pesadas pruebas, oposición, privaciones, aflicciones; pero sabemos que Jesús paso por todas ellas. Esas vicisitudes nos son valiosas; las ventajas de ningún modo se restringen a esta corta vida; llegan a los siglos eternos...

Todas las escenas de esta vida en la que debemos efectuar una parte han de ser cuidadosamente estudiadas, pues son una parte de nuestra educación.... Debido a la bondad de Dios hemos sido rodeados por innumerables bendiciones. Por doquiera hay pruebas de su amor. La naturaleza parece regocijarse delante de nosotros.

La luz del sol y la lluvia caen sobre buenos y malos. Las colinas, mares y planicies hablan elocuentemente al alma del hombre del amor del Creador. Es Dios quien hace florecer el capullo, quien convierte la flor en fruto, y es él quien suple todas nuestras necesidades diarias. No cae un gorrión sin que deje de advertirlo el Padre.

La verdadera religión pone al hombre en armonía con las leyes de Dios, físicas, mentales y morales. Enseña el dominio de sí mismo, la serenidad y la templanza...
Hace al alma participante de la pureza del cielo. La fe en el amor de Dios y en su providencia soberana alivia las cargas de ansiedad y cuidado. Llena de regocijo y de contento el corazón de los encumbrados y los humildes.

Nuestra mente debiera elevarse en gratitud y adoración al Dador de toda dádiva y todo don perfecto.

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