lunes, 22 de octubre de 2007

¿Por qué...?

EN la calle vi, a una niña temblando de frío con un vestidito ligero, con poca esperanza de encontrar una comida decente.

Me enojé y le dije a Dios: -
"¿Por qué permites esto?
¿Por qué no haces algo para remediar esto?"

Por un rato Dios no dijo nada y esa noche, Él respondió de pronto diciendo: - " Ya hice algo para remediarlo...Te hice a ti"


Muchas veces culpamos a Dios por todas las cosas que pasan, y le recriminamos que permite que pasen, y no pensamos en que realmente Dios confía en nosotros para hacer de este un mundo mejor.

Las apremiantes necesidades de un mundo arruinado nos obligan a emplear en su favor nuestros talentos -dinero e influencia- para hacer conocer la verdad a los hombres y mujeres que sin ella perecerían. Al responder a sus pedidos con nuestros actos de beneficencia, somos transformados a la imagen de Aquel que se hizo pobre para enriquecernos.
La gloria del Evangelio consiste en que se funda en la noción de que se ha de restaurar la imagen divina en una raza caída por medio de una constante manifestación de benevolencia.

Esta obra comenzó en los atrios celestiales, cuando Dios dio a los humanos una prueba deslumbradora del amor con que los amaba. " Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna " ( S. Juan 3:16 ).

La generosidad es el espíritu del cielo. El abnegado amor de Cristo se reveló en la cruz. El dio todo lo que poseía y se dio a sí mismo para que el hombre pudiese salvarse. La cruz de Cristo es un llamamiento a la generosidad de todo discípulo del Salvador. El principio que proclama es de dar, dar siempre. Su realización por la benevolencia y las buenas obras es el verdadero fruto de la vida cristiana.

El principio de la gente del mundo es: ganar, ganar siempre; y así se imagina alcanzar la felicidad; pero cuando este principio ha dado todos sus frutos, se ve que sólo engendra la miseria y la muerte.

Al dedicarnos a ayudar a los demás, podemos ganar preciosas victorias. Debemos consagrarnos con celo infatigable, con ardiente fidelidad, con abnegación y con paciencia a la obra de estimular a los que necesitan desarrollar su carácter. Las palabras amables y animadoras harán maravillas. Hay muchos que, si se hacen en su favor esfuerzos constantes y entusiastas, sin censuras ni continuas reprimendas, se manifestarán susceptibles de mejorar. . .

Debemos colaborar con el Señor Jesús en la restauración de los ineficientes y equivocados, para que adquieran inteligencia y sagrada pureza. Hemos sido llamados por Dios para manifestar un interés incansable y paciente por la salvación de los que necesitan que el Señor los pula. . .
Dios no negará sabiduría a los que la busquen. Le da gracia a alguno, para que a su vez la imparta a alguna otra alma necesitada. Los que creen en Cristo y caminan humildemente con él sin luchar por la supremacía, y tratan de ver qué pueden hacer para ayudar, bendecir y fortalecer las almas de los demás, colaboran con los ángeles que sirven a los herederos de la salvación. Jesús les da gracia, sabiduría y justicia, y los convierte en bendición para todos aquellos con quienes se relacionan.

Mientras más humildes son en su propia opinión, más bendiciones reciben de Dios, porque éstas no los exaltan. Usan correctamente sus bendiciones, porque las reciben para impartirlas.

Dios no nos anula, nos permite ser parte de su creación, demostrando al mismo tiempo que tenemos la capacidad para ayudar a los demás.

La próxima vez que veas una injusticia, no digas " Pobre " o "¿Por qué Dios permite esto?", sino actúa, pues tu fe se demuestra con tus actos ... vamos, demuestra a otros que Dios se acuerda de ellos...... por medio de ti.

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