lunes, 22 de octubre de 2007

Podemos cambiar

Durante un invierno muy duro, dos niños que patinaban sobre una laguna congelada. Era una tarde nublada y fría, pero los niños jugaban sin preocupación.
Cuando de pronto, el hielo se reventó y uno de los niños cayo al agua.
El otro niño viendo que su amiguito se ahogaba debajo del hielo, tomo una piedra y empezó a golpear con todas sus fuerzas hasta que logro quebrarlo y así salvar a su amigo. Cuando llegaron los bomberos y vieron lo que había sucedido, se preguntaron:

¿Como lo hizo?
El hielo esta muy grueso, es imposible que lo haya podido quebrar, con esa piedra y sus manos tan pequeñas!!!!

En ese instante apareció un anciano y dijo:

"Yo se como lo hizo"...

¿Como?... Le preguntaron al anciano y él contestó:

"No había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo".


Podemos cambiar nuestra forma de vida

El arrepentimiento de Dios implica un cambio de circunstancias y relaciones. El hombre puede cambiar su relación hacia Dios al cumplir las condiciones que le devolverán el favor divino, o puede, por su propia acción, colocarse fuera de la condición favorecedora; pero el Señor es el mismo " ayer, y hoy, y por los siglos " (Hebreos 13:8).

La desobediencia de Saúl cambió su relación para con Dios; pero quedaron sin alteración las condiciones para ser aceptado por Dios: los requerimientos de Dios seguían siendo los mismos; pues en él " no hay mudanza, ni sombra de variación " (Santiago 1:17).

La vida es como un viaje. Hay tormentas y luz del sol, pero recordemos que nos estamos acercando al puerto deseado. Pronto estaremos más allá de las tormentas y tempestades. Nuestro deber actual es prestar atención a la voz que dice:

" Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón " S. Mateo 11:29

Debemos aceptar diariamente esa invitación. El pasado está en el libro donde se anotan todas las cosas. No podemos borrar el registro, pero podemos aprender muchas cosas, si así lo queremos. El pasado debiera enseñarnos sus lecciones. Al traer a la mente lo que en el pasado nos ha sido desagradable, que nos enseñe a no repetirlo. No se registre nada en el futuro que nos cause remordimiento después...
Cada día que vivimos estamos haciendo nuestra historia. Hoy es nuestro, ayer está más allá de nuestra posibilidad de enmendarlo o controlarlo.

Los deseos naturales del alma deben cambiar. Se debe renunciar a todo engaño, toda falsificación y toda maledicencia. Hay que vivir una vida nueva, que hace de hombres y mujeres seres semejantes a Cristo. Debemos nadar, por así decirlo, contra la corriente del mal.
El camino que conduce al cielo es angosto, cercado por la ley divina de Jehová. Los que lo siguen deben negarse constantemente a sí mismos. Deben obedecer las enseñanzas de Cristo. . .

No confiemos en el hombre, sino en Jesucristo, que murió para que pudiéramos obtener justicia.

Todos los hacedores de la Palabra de Dios serán bendecidos abundantemente. Cualesquiera sean las cruces que deban cargar, las pérdidas que puedan tener o la persecución que deban afrontar, aun cuando ésta significara la pérdida de la vida temporal, serán ampliamente recompensados, porque se les asegura la vida que se mide con la vida de Dios.
Caminan bajo la dirección del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza ni sombra de variación. Verán su rostro y su nombre estará en sus frentes.

Para Pablo en Damasco, la visión del Crucificado cambió todo el curso de su vida. El perseguidor se convirtió en discípulo, el maestro en alumno. Los días de oscuridad pasados en la soledad, en Damasco, fueron como años para su vida. Su estudio lo constituían las Escrituras del Antiguo Testamento, atesoradas en su memoria, y Cristo era su Maestro.

Pablo no pensó que estaba haciendo ningún sacrificio real al cambiar el fariseísmo por el Evangelio de Jesucristo. . .
Cuando Pablo comprendió que estaba en el camino equivocado, se unió, de acuerdo con la luz divina, con un pueblo al cual había pensado borrar de la tierra. . .

Enseñó a Cristo y vivió como Cristo, y sufrió el martirio por causa de Cristo.

Cualesquiera hayan sido sus experiencias, si se entregan a Dios de todo corazón, con humildad y contrición, El los recibirá.

A todos los que por la fe reciben a Cristo como su Salvador personal, les dará poder para llegar a ser hijos e hijas de Dios victoriosos. Llegan a ser participantes de la naturaleza divina, y captan plenamente su misericordia y la gracia de su Santo Espíritu.

Gloriosa será la liberación de los que lo han esperado pacientemente y cuyos nombres están escritos en el libro de la vida.

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